miércoles, abril 04, 2007

El paisaje es ahora completamente árido, con lomas pardas de distintos tonos y delante, acercándose, una franja azul que se va ensanchando, prometiendo una recompensa a la fatiga y el calor del viaje.

Crece la expectación ante la llegada. Por fin estirar las piernas y tumbarse en la playa desierta, enmarcada por formaciones de rocas volcánicas, que incita a ser explorada.
Tras un breve descanso, disfrutando de la brisa, empiezan a pasear, cada uno en sí mismo, embriagados por la pureza del aire y la sensación directa del sol suave de la tarde en la piel, la blanda frescura de la arena mojada y la visión del mar meciéndose con su rumor poderoso, que llena los oídos y no deja lugar, en éste momento, a ningún pensamiento intruso.

El anochecer les sorprendió entretenidos todavía en éste estado, y tuvieron que apresurarse a montar el refugio donde habían de pasar la noche.