lunes, marzo 12, 2007

Viaje al Cabo

También él parecía compartir el modo de vida ocioso de los otros dos hombres. Era un hecho llamativo, para la mujer hormiga, ver cómo crecía el número de socios del club del mínimo esfuerzo a su alrededor y temió seriamente el contagio.
Pero no era momento de luchar contra el destino; éste fin de semana se había concedido el privilegio de dejarse llevar, de probar el abandono de los demás, sólo momentáneamente, pues en su caso estaba más que justificado tomarse un descanso.

Esto era algo infrecuente, y era capaz de ver que tenía serios problemas para dejar de trabajar, de hacer cosas.
Incluso, a veces, el agotamiento había llegado a hacer mella en su salud.
Por todo esto se relajó, pensando que llevaba mucha ventaja, en cuanto a esfuerzo, a todos sus acompañantes, y respiró hondo, deleitándose en la tregua que se había concedido a sí misma, sintiendo una corriente de simpatía por los tres, como si su desidia vital fuese para ella un bálsamo, una cura dulce que ahora necesitaba y que le producía una especie de embriaguez, de voluptuosidad gatuna.

sábado, marzo 10, 2007

Viaje al Cabo

Se acerca a la ventanilla y los tres estamos de acuerdo, sin necesidad de decirlo, en que parece un ángel.
Pregunta si podemos llevarle y no tenemos dudas, se sienta detrás con el santo.
Emprendemos el camino, ¿cómo te llamas? Vemos que es bastante mayor; su rostro está surcado de arrugas y tiene profundas ojeras un poco enrojecidas. Tiene el cabello abundante y revuelto, de color rubio oscuro, algo canoso y dominando la cara unos ojos de grandes pupilas azules, un poco entornados por la sonrisa, que nos cautivan inmediatamente. No tiene cejas ni barba; sus manos son pequeñas y gesticula con delicadeza…, o tal vez le falta fuerza. Da una sensación de fragilidad peligrosa, como si fuera muy vulnerable, y habla con un acento extraño, parecido al francés.

El ángel pregunta cosas sobre el viaje. Cortésmente y apenas con dos palabras se dirige a la mujer; de forma casi imperceptible establece un lazo con ella, con un hilo sutil parecido al de la araña; aunque su conversación se desarrolla con el santo, que le ofrece motivos para hablar de sí mismo: “¡Cuando yo llegué a éste país, era normal hacer auto-stop!”. Es cierto, hoy esto es una rareza, a juego con lo extraño de su persona. Y los tres amigos se vieron a sí mismos, cada uno a su manera, también muy peculiares, a juego con el ángel.

miércoles, marzo 07, 2007

Viaje al Cabo

El más joven de nosotros tiene menos de treinta años y un aire de santo, tanto por su aspecto físico como por sus maneras. Habla tranquilamente, bromea, no parece preocuparse por nada y desprende esa especie de luz que tienen algunos mendigos. No sé de qué vive pero parece contento.
El conductor es su mejor amigo; aunque tiene quince años más que él es bastante juvenil y comparten los dos esa calma que tienen los que no hacen nada.

Insomne


Ella, sin embargo, se consume de ansiedad, tiene insomnio y está llena de manías. Se reprocha continuamente por lo que no ha conseguido y se duele de cuánto le ha costado lo poco que tiene en la vida, que no es apenas nada. Y para ello, años de sacrificio, trabajo y problemas. Y no parece que esto vaya a cambiar. Es su forma de ser, busca la lucha.

Sus nuevos amigos parecen llevar mucho tiempo aplicando una filosofía completamente distinta: la del mínimo esfuerzo. Esto los hace un poco sospechosos a los ojos de ella, una persona de acción.

Perdida la mirada en el horizonte y en una nube difusa de pensamientos, a lo lejos divisa una figura detenida mirando a los coches que pasan.
Al acercarse se dan cuenta de que no trata de parar a ninguno, y también de que la figura es la de un hombre de edad indefinida
y extremadamente delgado, cuya sonrisa se va haciendo nítida y se convierte en un saludo cuando se paran ante él, como si les hubiera estado esperando.