lunes, marzo 12, 2007

Viaje al Cabo

También él parecía compartir el modo de vida ocioso de los otros dos hombres. Era un hecho llamativo, para la mujer hormiga, ver cómo crecía el número de socios del club del mínimo esfuerzo a su alrededor y temió seriamente el contagio.
Pero no era momento de luchar contra el destino; éste fin de semana se había concedido el privilegio de dejarse llevar, de probar el abandono de los demás, sólo momentáneamente, pues en su caso estaba más que justificado tomarse un descanso.

Esto era algo infrecuente, y era capaz de ver que tenía serios problemas para dejar de trabajar, de hacer cosas.
Incluso, a veces, el agotamiento había llegado a hacer mella en su salud.
Por todo esto se relajó, pensando que llevaba mucha ventaja, en cuanto a esfuerzo, a todos sus acompañantes, y respiró hondo, deleitándose en la tregua que se había concedido a sí misma, sintiendo una corriente de simpatía por los tres, como si su desidia vital fuese para ella un bálsamo, una cura dulce que ahora necesitaba y que le producía una especie de embriaguez, de voluptuosidad gatuna.

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