sábado, noviembre 04, 2006


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AL COHOLEMIAS

Cerró tras de sí la puerta del servicio y sintió su cuerpo como una colección de vísceras desordenadas. A pesar de todo seguía en pie, pero la boca le sabía a licor de muertos y no quería seguir allí, contemplando a aquellos hombres magreándose sus culos encuerados. “Tuve que ir a vomitar en un bar de osos”- pensó torpemente-. Empezaba a recuperar su precaria lucidez de siempre cuando un señor con bigote intentó tocarle una de las glándulas que más olvidadas tenía en aquel momento; se revolvió aparatosamente tirando varias copas con el consiguiente estruendo; de pronto se vio rodeado de cristales rotos y de moles ceñudas y bigotudas, e igual de rápido, se sintió volar a través de la puerta, lanzado por las velludas manos del portero. Al aterrizar en el suelo tuvo una fuerte sensación de desastre. “No ha pasado nada”-se dijo, sin creérselo mucho- , “no pasa nada, al fin y al cabo estoy vivo”. Se incorporó, se sacudió la ropa y se fue a su casa en dirección equivocada.

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