Camino por la línea de espuma, justo en el límite entre la tierra y el mar; este lanza sus manos una y otra vez tratando de atraerme, quiere llevarse la playa, reclama lo que es suyo, enfurecido.
Los peces y yo nos movemos al ritmo del terral. Las olas nos balancean con la habilidad de no golpearnos contra las rocas. Ellos se alimentan, yo los contemplo; resisten inocentemente a pocos metros de la vorágine humana, en el mundo del agua, que se mece como una gigantesca cuna guardando un sueño infinito.
martes, octubre 20, 2009
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