jueves, octubre 25, 2007

Perdidos en éste viaje, que planearon para tres días, ninguno de ellos mencionaba nada referente al tiempo, porque parecía que se hubiera hecho un hueco en él, un remanso en el que su corriente no fluía, sino que pasaba al lado, rozándolo, pero sin alterarlo.

Vivían como en un sueño lúcido, con sensaciones muy nítidas y a la vez algo irreales o, al menos, ésta duda les sorprendía a veces, sin mucho estrépito, pero con suficiente intensidad como para detener dos segundos más las manos al tocar las piedras, o la arena o el agua, como para asegurarse de su existencia.

Cada uno podía notar en los demás éste estado, pues se hacía patente que todos sabían y comprendían.

El santo pensó que quizá fuera ésta la manera de percibir el mundo que tienen los animales.

De pronto, el tiempo se puso a cero. Todo ha terminado y todo comienza.

Nos hemos desprendido de la vida que arrastrábamos pesadamente, para empezar de nuevo, limpios, libres de aquella carga.

Ella pensó en el calendario y, en vez de imaginar la sucesión de días como una condena, una repetición de rituales cotidianos y duro trabajo agotador, vio horas para disfrutar, y se le hacían pocos los meses del año.

Incrédulamente sonrió para sí, sorprendida de aquel cambio, tan trascendente como ningún otro acontecimiento podía ser.

Fin

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