A la mañana siguiente, un impulso se hizo hueco en la mente de ella, plasmar estas sensaciones; buscó una pequeña libreta que siempre llevaba consigo y empezó a escribir:
“Podría empezar por cualquier parte. Todo es puro azar.
Retomar el curso de mis pensamientos es más difícil que elegir cualquier palabra. Por ejemplo ángel, por ejemplo, desvalimiento o dulzura y con éstas tres ya tengo una imagen de ti.
Pero hay más cosas: poder. Hay un poder en tu fragilidad que procede de ella misma, de la fuerza perdida que aún brilla en tu forma de mirarme.
Veo en tu rostro el tiempo avanzando y retrocediendo como si sucesivamente fuera el de un joven y el de un anciano; veo la persona que fuiste vibrando bajo tu piel y en tu mirada y soy yo quien te contempla con más fascinación.
Soy yo quien se siente atrapada tratando de captar todas las expresiones de tu cara o buscando tus ojos que sí son azules, sí son mares, sí son interrogadores, sí adoran, sí hablan.
Me parece ver a través de tí a quien tú eres, lo que tú eres, y creo que te miro como si nunca antes hubiese visto una persona."
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