martes, octubre 09, 2007

Así pasaron tres días de paz. Tumbada en la arena, refugiada en una sombra, escribiendo cosas en su libreta -que, por supuesto, no dejaba ver a los demás y que los tenía muertos de curiosidad- y bañándose en aquella playa solitaria. Parecían estar en el paraíso.

Escribió:

“Se ha abierto un vacío.

Aprovechemos para ver la vida desde un nuevo punto de vista.

Cuando no sé que hacer, hago algo, ¡lo que sea! y realmente hay un nuevo comienzo.

Hay que partir de cero.

Se acabó todo.”

Y escribió:

“Los momentos de alegría, estados fugaces que podrían definirse como de esperanza, entusiasmo por el futuro, ilusión, curiosidad, tranquilidad, todo mezclado en un segundo; tengo la teoría de que proceden directamente de una sensación de bienestar físico, de vitalidad rebosante y alegre; de hecho tengo ganas de bailar durante todo el día; diga lo que diga mi mente, mi cuerpo quiere bailar. Mi mente tiene ideas suicidas y mi cuerpo quiere bailar, ¡qué curioso!”

Y escribió:

“Parece ser que siempre habrá personas que, a pesar de las dificultades de la vida, crean o sientan que ésta es algo esencialmente bueno.


En el lado contrario, están los que ven los momentos de paz como raros acontecimientos y la tristeza como el color de fondo de toda pequeña alegría.

A algunos les toca vivir en agonía constante y no pueden creer que exista nadie verdaderamente feliz, creen que les engañan o que se engañan a sí mismos. Ninguna circunstancia externa puede cambiar éste “defecto” del alma.

“Ellos – los demás- saben algo que yo no sé”, decías. Ese secreto, está encerrado en la pequeña píldora que tienes que tomar todos los días, porque sin ella vuelves a conectar con tu visión triste, insoportablemente triste, que te hace incapaz de sobrellevar la vida ni la más mínima obligación, que te hace ser tan desconsiderado con todo el mundo. “Distimia”, te dijo el psiquiatra, “un trastorno del ánimo”, “no te preocupes, puedes medicarte de por vida y así estarás bien”. Todo parece tan fácil. Quizás yo sería feliz y triunfadora si hubiera para mí una pastilla, una cada día, que me hiciera ver que la vida merece la pena.

Sólo creo en éste momento, en el que todo me acaricia, el sol se comporta como un dios,.. .y el mar.. y la tierra, y empiezo a comprender las antiguas religiones.

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